Memorias de una barrera urbana

Para la mayoría de la gente, el otoño o el invierno significa melancolía. Para algunos la cosa es tan extrema que a doctores y psicólogos se les ocurrió un nombre para eso: SAD las siglas en inglés de Trastorno Afectivo Estacional. Pues al que aquí escribe la cosa le da en primavera. Esto viene a colación porque el día de ayer que tomé el bus desde la San Miguel hacia La Raza, me dio nostalgia de cuando era niño y las fronteras de la ciudad me parecían extremadamente claras.

Para mi la primer frontera que existió fue de alguna manera el Circuito Interior. Cruzarlo a pie me parecía una salvajada. Era como si el Casco de Santo Tomás, el cine Cosmos y todo lo que había más allá hacia Tacuba, la zona del Toreo donde estaba mi escuela, el aeropuerto, el Palacio de los Deportes (que en mi cabeza estaba del otro lado de Circuito) estuviesen en otro territorio, en uno desconocido y peligroso, que fue dividido del resto porque algo había de ese lado que ocultar. Una parte salvaje de la ciudad. Y los que caminaban hacia allá eran salvajes. Uno iba en coche para allá porque era lejano y diferente.

Eventualmente las fronteras cambiaron, se fueron cada vez más lejos. Entendí en dónde empezaba y acababa realmente el DF. Y entendí que ninguno debería de sufrir o parecer salvaje por cruzar ninguna calle de ninguna manera.

Y lo que me dejó pensando el viaje en autobús de ayer por el circuito fue que, de hecho, ningún niño debería de tener que sufrir estas barreras. Uno debería de poder aprender a leer la ciudad sin barreras desde chiquito.

 

La calle de juego de los polis

De acuerdo con  Transportation Alternatives, una organización dedicada a fomentar el transporte sustentable en la ciudad de Nueva York, una calle de juego se describe de la siguiente manera:  Una calle de juego crea un espacio temporal para que los jóvenes jueguen, convirtiendo una calle de la ciudad en un espacio seguro y que invite a estar activo. Durante el tiempo que dura una calle de juego, las calles locales se cierran oficialmente al tráfico y están abiertas al público en horarios establecidos. 

Calle de juego

La imagen de arriba es la calle de Chimalpopoca, en el límite del Centro y la Colonia Obrera. Podría ser una calle cualquiera, excepto que está cerrada al tránsito de cualquier vehículo motorizado que no sea el transporte para llegar al trabajo de algún policía o un vehículo motorizado como la patrulla que en la foto se ve. El tránsito de peatones y bicicletas está permitido. Básicamente es una calle de juego pero para policías. ¿Por qué, de todas las miles de calles que tenemos en esta ciudad, los polis tienen la única calle de juego permanente? Me parece injusto, por decir lo menos. Algo no me suena sobre la distribución del espacio. Habría que analizar qué está pasando.

En esta ocasión la pregunta está en el aire. Será trabajo de quien lee responder y hacer llegar la pregunta a quien considere pertinente.

Humanos al suelo

Decidí esperar a escribir sobre esto porque apenas empieza el año. Había que tomarse unas vacaciones. Pero suficiente de eso.

La cosa es que hace unos días fue noticia que en Londres hay un plan de construir una serie de ciclovías aereas, que permitirán reutilizar las vías del tren que no se utilizan. Ya se hicieron por lo menos dos entradas al respecto acá y acá por dos personas cuyos textos respeto un montón, así que no les voy a hablar sobre el diseño de ciclovías como tal, sino esto pretende ser una reflexión sobre la innecesidad de este tipo de infraestructura, basado en la historia.

En California, en Estados Unidos, a principios del siglo XX, se pretendió construir una «autopista elevada» que conectara Pasadena con Los Angeles. Era una vía de cuota, así que solamente los más adinerados podían pagarla, así que falló. Para leer más al respecto uno puede ver acá. 

Después en Londres, en los 60 del mismo siglo, cuando se les ocurrió en todo el mundo que segregar peatones en el aire era lo mejor porque era «más seguro» (y más rápido para los coches) se pretendió construir algo parecido a una serie de puentes peatonales en una parte de Londres que se reconstruía después de la Segunda Guerra Mundial.

Esta serie de puentes se llamaba el «Pedway» y nunca funcionó por los motivos que ya se enlistaron en la entrada de Pedestre:

Cuando segregamos a peatones y ciclistas en vías diferenciadas en la altura, lejos de beneficiarlos los perjudicamos: los aislamos de la experiencia urbana y con ello deshumanizamos la calle. El movimiento moderno es rico en ejemplos de esto último.

Para leer más sobre el Pedway, uno puede ir acá, la entrada incluye un documental sobre este intento de la ciudad. Muy recomendable si uno tiene 40 minutos libres.

Y finalmente, la historia nos lleva a nuestra propia ciudad, donde quizá no es una red la que se propone de elevar a los ciclistas, sino en realidad unos puentes que se construyeron por allá del 2004. Poco conectados y más bien un reto para el que se siente vailente para usarlos, a lo único a lo que ayudan estos puentes es a que las personas en bicicleta no le estorben a las personas en coche. Prioridades, ya saben.

2011-10-20 15.52.06

La conclusión de esto es: los humanos nacimos a nivel del suelo, déjennos ahí. Habría que hacer a más de un ingeniero y arquitecto subir sus propios bodrios, quizá así les quedaría más claro.

Coches, funcionarios y planeación

Acertadamente Marco Rascón expone la idea de que los funcionarios tecnócratas que hoy nos gobiernan transitaron por su infancia marginados de la vida, viéndola desde el asiento trasero de un coche, imposibilitados para entender que pueden existir ciudades sin automóviles basadas en las relaciones interpersonales que sus mamás no les dejaron tener con el resto de los habitantes.

Encontrado en Las modernas ruedas de la destrucción de Federico Fernández Christlieb, respecto a «Bicicletas al reglamento de construcciones»  de Marco Rascón en, en La Jornada, 16 de octubre de 1989.

Torretas y espacio público

La historia del Picnic en el Río de hoy termina así  para seguridad pública del DF:

La estupidez anda en coche y en motocicleta. Agréguele torretas y estamos perdidos. Del picnic como tal no voy a hablar porque en esta ocasión no llegué y porque con ir a la búsqueda en tiempo real en el tuiter, uno se puede dar una idea general de cómo ha estado la cosa hasta ahora.

Lo que preocupa al que aquí escribe son dos cosas que lo que ocurrió hoy significan y que se presentan clarísimo en los dos tuits anteriores:

1. seguridad pública (con minúsculas aunque lloren los puristas del idioma) tiene una agenda que al parecer no ha compartido con nadie y la administración actual permite que ocurra. Aún cuando va en contra de todo lo que representaba el DF hasta hacía unos meses: ser quizá la ciudad más libre del país. Con sus claras excepciones de violaciones a los Derechos Humanos por ahí y por allá.

2. La heterotropía, es decir, que un lugar puedde ser otro o cambiar un lugar porque uno lo usa de otra manera y a la par cambia uno mismo porque la percepción sobre éste cambia, le da miedo a esta pseudoinstitución. No sabe reaccionar ni a una marcha ni a gente sentada en un camellón que alguien hace sesenta años decidió que iba a ser sólo para resguardar un tubo con un río adentro.

Y no sólo no saben qué hacer con la parte positiva de este «que un lugar sea otro». No saben qué hacer con gente que estaciona sus máquinas de muerte en una banqueta, o cuando estas personas invaden otros espacios exclusivos para el Metrobús o bicicletas con sus molocks de dos toneladas.

Tampoco saben qué hacer para salvaguardar la vida de los que caminamos y pedaleamos en cualquier otra calle. Lo peligroso son los peatones y las bicicletas y decidir que el espacio puede ser otro, no los coches. Su religión es la velocidad. Particularmente la velocidad de los coches. Por ella viven. Para ella viven. La vida no vale nada si no se vive rápido y de preferencia adentro de un coche. Detenerse a pensar en ella es sólo un desperdicio de tiempo y quizá, una amenaza a la vida pública.

La nueva religión-moral de la velocidad

de Filippo Tommaso Marinetti escrito en 1916

En mi Primer Manifiesto (20 de febrero de 1909) declaré: la magnificiencia del mundo ha sido enriquecida por una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Después del arte dinámico, la nueva religión-moral de la velocidad nace este año Futurista de nuestra gran guerra liberadora. La moral cristiana sirvió para desarrollar la vida interior del hombre. Hoy ha perdido razón de existir porque se ha vaciado de toda divinidad.

La moral cristiana defendía la estructura psicológica del hombre del exceso de sensualidad. Moderaba y balanceaba sus instintos. La moralidad Futurista defenderá al hombre de la decadencia causada por la lentitud, porla memoria, por el análisis, por el reposo y el hábito. La energía humana multiplicada cien veces por la velocidad dominará el Tiempo y el Espacio.

El hombre empezó por despreciar el ritmo isocrónico, con cadencia, idéntico que el de su forma de caminar, de los grandes ríos. El hombre envidiaba el ritmo de los torrentes, ese que es como el galopar de los caballos. El hombre dominó al caballo,al elefante y al camellos para mostrar su autoridad divina a través de un aumento de velocidad. Se volvió amigo de los animales más dóciles, capturó a los animales rebeldes y se alimentó de los animales comestibles. Desde el espacio el hombre robó la electricidad y luego los combustibles líqiodos, para hacer aliados nuevos en los motores. El hombre dio forma a los mentales que había conquistado y los hizo flexibles con el fuego, para aliarse a si mismo con sus combustibles y con la electricidad. De esa manera armó un ejército de esclavos, peligrosos y hostiles pero suficientemente domesticados para llevarlo rápidamente sobre las curvas de la tierra.

Caminos tortuosos, caminos que siguen la indolencia de las corrientes y se enredan a los largo de las espinas y panzas irregulares de las montañas, estas son las leyes de la tierra. Nunca con líneas rectas; siempre arabescas y en zigzag. La velocidad al final le da a la vida humana una de las características de la humanidad: la línea recta.

El opaco Danubio bajo su túnica lodosa, su atención volcada sobre la vida interior llena de peces gordos, libidinosos y fecundos, corre murmurante entre los altos e implacables bancos de montañas como si dentro del inmenso corredor central de la tierra, un convento se abriera por las rápidas ruedas de las constelaciones. ¿Cuánto tiempo permitirá este flujo azaroso a un automóvil, ladrando como un fox terrier loco pasarle encima a máxima velocidad? Espero ver el día que el Danubio corra en línea recta a 300 kilómetros por hora.

Uno debe perseguir, azotar y torurar a todos aquellos que pequen contra la velocidad.

Grave culpa de las ciudades paseistas donde el sol se pone, disminuye la velocidad, y nunca se mueve de nuevo. ¿Quién puede creer que el sol se irá esta noche? ¡Tonterías! ¡Imposible! Reside aquí. Plazas, lagos de fuego estancado. La calles ríos de fuego perezoso. Ninguno puede pasar, por el momento. No puedes escapar! Una inundación de fuego. Neesitarías un bote refrigerado o un traje de buzo de hielo para cruzar ese fuego. Observa atentamente. Un despotismo, una redada de luz, a punto de arrestar a los rebeldes en sus blazones de frío y velocidad. Un estado de sitio solar. Calamidad al cuerpo que deja el hogar. Un golpe con un mazo en la cabeza. Acabado. Guillotina solar sobre todas las puertas. Calamidad al pensamiento que deja el cráneo. Dos, tres, cuatro notas de plomo caerán en él desde el campanar en ruinas. En la casa, de manera sofocante, una locura de moscas nostálgicas. Una mezcla muslos y memorias sudorosas.

La lentitud criminal de las multitudes dominicales y las lagunas venecianas.

La velocidad, teniendo como esencia la síntesis intuitiva de cada fuerza en movimiento es naturalmente pura. La lentitud, teniendo como esencia el analisis de cada cansancio en reposo, es naturalmente impura. Después de la destrucción del dios antiguo y de la maldad antigua, creamos a un nuevo dos, la velocidad y a un nuevo mal, la lentitud.

Velocidad = síntesis de cada valor en acción. Agresivo y beligerante.

Lentitud = análisis de cada prudencia paralizada. Pasivo y pacifista.

Velocidad = desprecio por los obstáculos, deseo de lo nuevo y lo inexplorado. Modernidad, higiene.

Lentitud = encanto, éxtasis, adoración inmóvil de los obstáculos, nostalgia de lo ya visto, idealización del cansancio y el descanso, pesimismo sobre lo inexplorado. Romanticismo rancio de lo salvaje, poeta que merodea y filósofo de pelo largo, anteojudo y sucio.

Si la oración significa comunicación con la divinidad, correr a alta velocidad es una oración. Lo sagrado de las llantas y los rieles. Uno debe arrodillarse en las vías para orar a la velocidad divina. Uno debe arrodillarse ante la velocidad giratoria de una brújula giroscópica: 20,000 revoluciones por minutos, la velocidad mecánica más alta alcanzada por el hombre. Uno debe arrancar de las estrellas el secreto de velocidad increíble e incomprensible velocidad. Déjennos unirnos a las grandes batallas celestiales, compitamos con la estrella 1830 Groombridge que vuela a 241 km por secundo, con Arthur que vuela a 413 km por segundo. Artillería matemática invisible. Guerra en la que las estrellas, siendo tanto misiles como artillería, igualan sus velocidades para escapar de una estrella más grande o para atacar a una más pequeña. Nuestros santos masculinos son los corpúsculos innumerables que penetran nuestra atmósfera e una velocidad promedio de 42,000 metros por segundo. Nuestras santas femeninas son la luz y las ondas electromagnéticas a 3×1010 por segundo.

La intoxicación de grandes velocidades en los automóviles no es nada más que la alegría de sentirse fusionado con la única divinidad. Los deportistas son los primeros catecúmenos de esta religión. La venidera destrucción de hogares y ciudades, para hacer espacio para grandes lugares de encuentro para coches y aviones.

MANIFIESTO URBANO – Una Audiencia Cívica como Constelación

1. Una audiencia pública sólo puede existir como una constelación colectiva.

2.  ¿Un lugar físico en particular asegura la noción de una audiencia pública? ¿En qué momento y escenario urbano específico es que lo «cívico» se manifiesta para poderse materializar en «público»?
3. La emancipación del sujeto social a medida que se levanta contra la hegemonía es sólo posible a través de una materialización que es tanto colectiva como relacional.
4. En vez de hacer de la plaza pública un fetiche – entendida como lugar que originará un público cívico – debemos considerar distintas formas de organización y constelaciones donde esta audiencia cívica pueda materializarse a sí misma.
5. Las constelaciones son la experiencia espacial en el territorio urbano y la naturaleza de la colectividad, la cual consiste de tipos de colaboración, de la práctica del «commoning» y de monedas económicas alternativas.
6. ¿Cómo puede un evento de resistencia urbana transformarse a sí mismo en una materialización cívica colectiva?
7. Un poder colectivo que toma su visibilidad y acción del territorio urbano puede crear su propio sitio heterotrópico, que es el momento en que la audiencia re-habita y reclama un espacio urbano a pesar de sus diferencias.
8. La heterogeneidad de la audiencia y la estrategia de resistencia pasiva contra la fuerza policial, al igual que el impulso común de reclamar la vida diaria contra un sistema neoliberar a través de un parque tiene muchas similitudes con otros movimientos urbanos.
9. Las estrategias urbanas de toma de decisiones «de abajo hacia arriba» directamente en los sitios donde ocurre esta democracia radical, estos parques y plazas de resistencia urbana también   promueven la formación de una forma radical de ciudadanía.
10. En el caso de la resistencia del Parque Gezi, los eventos recientes ejemplifican un nuevo espacio urbano de conflicto donde un poder colectivo es activamente ejercido, dígase como el significado de unirse en el espacio público es apropiado como una forma de protesta contra la urbanización.
11. La resistencia urbana, las manifestaciones en la calle y ocupar parques o plazas para protestar contra la sociedad capitalista y gobiernos autoritarios, que han sido probadas como estrategias desde los 1960s, parecen ser la única acción colectiva concreta que es política hoy en día.
12. ¿Cómo pueden las estructuras colectivas y redes auto-reguladas en el espacio urbano, tales como los movimientos occupy en el espacio urbano inspirar modelos económicos, especialmente en lo que concierne a la generación y re-distribución de la riqueza?
13. Hay casos prácticos de estructuras de trabajo auto organizadas que funcionan bien y que logran no sólo mantener la producción sino también mantener redes fluidas de colectivismo creativo y colaboración.
14. Crear acción colectiva, laica y política en el espacio urbano no se trata de la organización o el evento en sí mismo, sino de co-existir y funcionar juntos para lograr el «commoning».  Esto radica en la reconsideración y realización de nuestras prácticas de colaboración, economías alternativas, redes autónomas, auto-organización y estrategias para los excedentes.
15. Deberíamos de ser movidos por la solidaridad a pesar de nuestras diferencias en plataformas radicales y con nuestra amistad.
16. Los gobiernos crean al «hombre endeudado» para controlar a las masas. El desempleo, cuya definición se basa en las nociones de gobierno y del FMI se trata de controlar nuestras horas de trabajo, nuestras habilidades como trabajador y la calidad del trabajo que te incluye o te deja afuera del sistema.
17. No deberíamos dejar al FMI controlar nuestros impuestos, condiciones de trabajo y vida cotidiana.
18. En la medida en que pertenecemos a la clase cultural de los creativos, somos trabajadores mal pagados, sujetos precarios invisibles y esclavos de la industria cultural neoliberal. Deberíamos resistir a la privatización de la «ciudad creativa» de forma de que no sea instrumentalizada. 
19. ¡No queremos segregación de inmigrantes en el espacio público!
20. No permitiremos el desarrollo de un mercado inmobiliario que asegure la privatización, el cambio de propiedad y deshaucios de los habitantes.
21. ¡Resistiremos a la privatización de los espacios abiertos, calles, bosques, áreas rurales y playas!
22. ¡Resistiremos a la fuerza policial, juguetes de los gobiernos neoliberales!
23. ¡No permitiremos la pobreza urbana que sea mantenida por el turismo en masa y la privatización!
24. ¡Los patinetos deberían de tener derecho a patinar en cualquier parte del espacio público
25. Finalmente: ¡¡¡Despierta y resiste Praça da Figueira!!!
¡Despierta y resiste Ciudad de México!

Lo colectivo

O el colectivo. Da igual. El punto es que es un arma de doble filo. Uno sin el otro no puede generar suficiente de ninguna cosa como para hacer un cambio real en nada. El colectivo es reunión de ideas que se mezclan y entonces algo nuevo. Pero también en el colectivo hay individualidades y esas sí que pueden ser diferentes y nunca mezclarse y puede haber un punto de ser más o menos políticamente correcto o simplemente no querer. Entender y aceptar eso dentro de la colectividad es lo que jode. Es eso. 

Bicicleta y soluciones ad-hoc

La bicicleta se inventó al final del siglo XIX. El cambio que supuso fue enorme. Aquellos que podían comprar uno de estos velocípedos, la utilizaron para pasear por todos aquellos lugares que antes debían ser visitados a pie o en carros de tracción a caballo. Sin embargo, una vez que apareció el coche, los que alguna vez fueron ciclistas cedieron a la nueva moda y comenzaron a utilizar estos vehículos. A la vez que esto ocurría, la bicicleta se popularizaba cada vez más. Se convirtió en un instrumento de trabajo y de transporte popular, la tecnología de la bicicleta buscaba que cada una fuera ligera pero más resistente y más duradera.

Desde sus inicios, la bicicleta, a menos que esté diseñada específicamente para ese fin, no puede llevar mas que a un sólo tripulante, que es prácticamente la misma cantidad que lleva un coche en la Ciudad de México (1.2 personas por vehículo), sin embargo, la bicicleta es una máquina autopropulsada y, como epecifican Watson y Gray, este tripulante “deja el aire aún más limpio que el que se encuentra porque las partículas contaminantes que el ciclista inspira se quedan atrapadas en las mucosas que cubren los epitelios bronquiales y branquiolares”.

Comparando lo que una persona moviéndose en bicicleta necesita comer para generar el equivalente energético a un litro de petróleo, esta puede dar 400 kilómetros por litro, contra los máximo 12 que puede dar un auto, por más eficiente que sea. Por cada 25 de esos litros, una bici podría dar 10 mil kilómetros, mismos para los que un coche utilizaría unos mil litros de gasolina. Esta eficiencia energética se debe a que la bicicleta tiene un diseño que permite utilizar los músculos más potentes del cuerpo en el movimiento más fácil para vencer la fuerza de gravedad, la resistencia al aire y la fricción contra el suelo, lo cual permite que se pueda recorrer la misma distancia a una mayor velocidad con 4/5 de la energía que implicaría caminar. Además, el diseño de la bicicleta permite que pueda transportar casi 50 veces su propio peso. Por otro lado, el espacio que necesita una bicicleta ocupa no supera los 70 centímetros cuadrados, o sea, poco más de metro y medio casi lineal, mientras que un coche necesita por lo menos 8 metros cuadrados cuando está estacionado. Cuando se mueve, conforme más rápido lo hace, necesita un espacio mayor, ya que la inercia y la fuerza que necesita para frenar aumentan con la velocidad.

A pesar de su diseño, o especificidades técnicas, la velocidad de una bicicleta depende en realidad del peso de quien la pedalea, la fuerza y el terreno en el que circula. No es una máquina más potente que su operador. De hecho, es raro que una bicicleta alcance una velocidad mayor a los 20 kilómetros por hora en la ciudad. En el flujo vehicular de la Ciudad de México, a esa velocidad una bicicleta puede realizar un recorrido de hasta 8 km en un tiempo igual o menor que un coche.

Una vez que se ha cambiado la percepción sobre el coche, es necesario cambiar la percepción sobre la bicicleta y es que la distancia antes mencionada es la misma distancia a la que generalmente está el trabajo o la escuela de los habitantes de la ciudad, sin embargo no lo vemos, ya que la percepción y la velocidad a la que nos hemos acostumbrado a vivir ha alterado también la noción de distancia. Esto es observable en el hecho de que tener infraestructura ciclista no significa necesariamente un aumento en el número de viajes hechos en bicicleta. En distintas fuentes, los factores más citados que previenen a la gente de transportarse en bicicleta son la distancia de viaje, la pendiente, seguridad vial, el tráfico pesado, los conductores desconsiderados, la contaminación, el mal clima, no estar en forma y la presión social. Dependiendo de qué tan seguido las personas han utilizado la bicicleta, se reporta una variación en la disposición a utilizar la bicicleta como medio de transporte. Esto puede dar una idea de el tipo de acercamiento que se debe de tener y el tipo de políticas que se deben de generar, soluciones ad-hoc para cada uno de los objetivos que se planteen. Eso es lo que se ha hecho en las ciudades con mayor uso de la bicicicleta como modo de transporte. Dar espacio y facilitar el ocuparlo.